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PROGRAMA 2: HITLER Y EL OCULTISMO EN EL III REICH
Nuevamente queremos daros las gracias por la acogida tan fantástica que ha tenido la Buhardilla del Misterio. Hemos tenido buenas sensaciones, no sólo de nuestra ciudad, sino de zonas diversas de la geografía nacional. Hemos tenido felicitaciones de lugares tan dispares como Madrid, Teruel o Valencia. Ha sido posible gracias a la magia de Internet, al poder escucharse de forma online mediante la web de Radio la Isla. Muchas gracias Amigos.
La Primera Guerra Mundial había dejado una Alemania derrotada política y económicamente. Adolf Hitler añadió con maestría el elemento del racismo para formar la mezcla explosiva y paranoica que galvanizaría a toda una nación. Consiguió el apoyo de un ejército herido en su honor; de los industriales enfrentados a los sindicatos y al temor de la ideología marxista; de una frustrada clase media y del proletariado «víctima de los sindicatos y de los partidos políticos». Supo concitar en todos el odio a los judíos, como elemento cohesionador, y proponerles la superioridad de la raza aria como la única válida para dominar el mundo. Su obra Mein Kampf (Mi lucha) se convirtió en evangelio de masas. Según lo expuesto en él, la raza aria es superior por naturaleza; el Estado es la unidad de «sangre y suelo»; el Fürher es la encarnación del Estado y por tanto del pueblo... Nada nuevo. Pero sí, el arma más eficaz para la más cruel derrota del pueblo que la utilizó, el mayor genocidio de la historia y la destrucción de Europa Datos
Circunstancias que propiciaron la subida de Hitler al poder
Biográficos de Hitler
Adolfo Hitler, hijo de un oficial de aduanas austriaco, nació en 1889. Tenía seis años cuando su padre se jubiló. La familia dejó entonces Nassau y compraron una casa a las afueras de Linz. Allí pasaría Hitler su infancia y por ese motivo es considerada la «ciudad natal del Führer» y por lo tanto centro de peregrinación Nazi. Cuando su madre muere, en 1907, se traslada a Viena con el dinero de la herencia. Dibujaba por afición y esperaba convertirse en un pintor académico. Se inscribió para las pruebas de acceso en la Academia de Artes Plásticas, pero fracasó en el examen de ingreso. Fue entonces, cuando entró en contacto con el antisemitismo, mediante las teorías de Liebenfels. En ellas se vislumbra ya el germen de su ideología posterior que diferenciaba a los Arioheroiker ('héroes arios' rubios señores) y los enfrentaba a los seres inferiores, los Affingen ('simiescos'), para concluir que la necesidad de diezmar a estos últimos era biológicamente justificada, pues acabaría con el engendro del mestizaje. Durante todo el año siguiente Hitler consumió cantidades de esos panfletos racistas. Ya entonces vivía miserablemente, había agotado su herencia y no trabajaba; se alojaba en una residencia para hombres indigentes y pasaba hambre en sus vagabundeos por Viena. Además, no se presentó a los reiterados llamamientos para cumplir el servicio militar y, a los veinticuatro años, cruzó la frontera alemana, instalándose en Munich. En 1914 se presentó como voluntario al ejército alemán: la Primera Guerra Mundial había comenzado. Herido y gaseado en el frente, fue condecorado con sendas cruces de hierro al mérito militar de segunda y de primera clase, honor este último muy raro para un sargento, como él era. En 1919 fue comisionado a asistir a una asamblea del incipiente Partido Obrero Alemán (DAP) con el objeto de recabar información sobre dicha asociación. Hitler intercambió impresiones con el presidente del DAP, Anton Drexler, y todo habría terminado allí, quizá, si no hubiese recibido poco después una tarjeta postal en que la dirección del partido (entonces no contaba con más de cincuenta afiliados) le comunicaba su ingreso en el mismo. En marzo del año siguiente abandonó la milicia para dedicarse por entero a su actividad política. Hitler se convirtió en su jefe de propaganda y consiguió reclutar a personajes destacados de la sociedad muniquesa, esencialmente nacionalistas y, en menor medida, a trabajadores, cuyo número fue disminuyendo a medida que el NSDAP se engrandecía, y él se hacía con la presidencia, tras eliminar a Drexler. La crisis económica de 1929 permitió al partido Nazi un desarrollo más que considerable. En 1932 se presentó a las elecciones presidenciales, en las que obtuvo trece millones y medio de votos. En enero de 1933 ocupó la cancillería con el conservador Von Papen. Hitler disolvió el parlamento, inició una campaña marcada por la violencia de las Schutz Staffel (SS) la policía militarizada del partido Nazi, incendió el Reichstag de Berlín, hecho que utilizó en su favor atribuyendo su autoría a la subversión comunista y que le dio pie para instituir el estado de excepción. El 2 de agosto de 1934 murió el anciano Paul von Hindenburg, presidente del Reich, y Hitler, gracias a una ley promulgada por él mismo, se convirtió en jefe supremo del Estado. Unificó ambos ministerios (Estado y cancillería) y el ejército juró fidelidad al «Führer y canciller Adolf Hitler». En ese momento las SS contaban con más de cien mil hombres dirigidos por un ex agricultor fanático que, según algunos, superó en temeridad al propio Führer: este era Heinrich Himmler. En política exterior, como Mussolini, Hitler ayudó a Franco en su lucha contra la República. Luego camufló, con el nombre de «lucha contra el bolchevismo», la alianza con los dictadores. El 1 de septiembre de 1939 invadió Polonia, desencadenando la Segunda Guerra Mundial. La dominación de Hitler se extendió pronto por toda Europa. El 22 de junio de 1941 atacó la Unión Soviética y el fracaso, frente a Moscú, lo condujo a tomar él mismo el mando del ejército de tierra. Aún a fines de 1942 su empresa era exitosa. Ese año ya se había anunciado, aunque veladamente, la «solución final a la cuestión judía», y se sucedían los asesinatos masivos de judíos en toda Europa, incluidos los judíos rusos. Los cálculos menos pesimistas estiman las víctimas en más de cuatro millones. El exterminio respondía a los objetivos expuestos en su Mein Kampf. En abril de 1945 Adolf Hitler, totalmente aislado, salvo una ya reducida corte de aduladores y su amante Eva Braun y Goebbels, contempló cómo sus otrora fieles servidores intentaban abandonarlo. En la madrugada del 29 de abril, Hitler, ordenó que se presentase ante él un funcionario del registro civil y contrajo enlace con Eva Braun, su «fiel alumna» que había conocido cuando era empleada de la tienda de Hoffmann, su fotógrafo. Hitler y Eva Braun ya tenían previsto quitarse la vida cuando decidieron su unión. El Führer había ordenado que envenenasen a Blondi, su pastor alemán. Al acabar la ceremonia dictó testamento político nombrando al almirante Dönitz como su sucesor. Al día siguiente, hacia las tres de la tarde se oyeron dos disparos: Hitler y Eva Braun habían muerto. El 7 de mayo de 1945 se firmó la capitulación en Reims y el día 9 se repitió la firma en Berlín. Ese mismo día se suspendieron todas las hostilidades en los frentes europeos. El III Reich había sobrevivido a su creador exactamente siete días.